Sentado frente
a ella, Marco se frota las manchas de las manos con un paño húmedo restregando
con fuerza pero sin conseguir que queden del todo limpias.
- ¿Y por qué me elegiste a mí? – le pregunta ella con un hilo de voz desde la cama. –Fue por mis piernas, ¿no?.
- Hombre,
tienes unas piernas increíblemente largas – dice él mirándoselas una
ligeramente doblada sobre la otra bajo la corta falda. – Pero realmente fue
sólo un impulso.
- Ya, eres muy
impulsivo
- ¿Por qué lo
dices?
- Bueno, me pediste
matrimonio en nuestra segunda cita. La semana pasada.
- Es verdad. Es
que no me gusta pensar demasiado las cosas. Cuando tengo que hacer algo, lo
hago y punto.
El se levanta y da un par de vueltas por la habitación. De repente se para, mira su reloj, se gira y se queda frente a ella.
El se levanta y da un par de vueltas por la habitación. De repente se para, mira su reloj, se gira y se queda frente a ella.
- ¿Vas a tardar mucho en morirte? Lo digo porque he quedado con una chica de Internet y sabes que no me gusta llegar tarde
- Vaya, no
pensé que quedases con desconocidas
- Bueno, no
pude negarme. Insistió en que quedásemos y en fin, veremos qué pasa, lo mismo
me enamoro, no sé
- ¿Tú? Pero si
no crees en el amor.
- Tienes razón.
Qué tontería. Pero bueno, yo quedo, y luego ya veré qué hago.
- ¿Y también
vas a matarla a ella? Pensé que yo era especial.
- ¿Ahora me vas
a venir con celos? Depende de cómo se desarrollen las cosas. No suelo hacer
planes, es preferible improvisar. Soy espontáneo.
Ella se revuelve un poco y gime débilmente
- ¿Qué te pasa?
– le pregunta Marco.
- Me duele un
poco. Es que ya podías haber escogido otra manera. Fíjate cómo lo has puesto
todo. Ya puedes echar bien de lejía en el suelo para no dejar rastro.
- Sí, pensé en veneno, pero no me parecía tan creativo como lo del puñal.
- Sí, pensé en veneno, pero no me parecía tan creativo como lo del puñal.
- Claro, es
natural
- Oye, ¿tú
sabes cómo puedo quitar estas manchas de la ropa?
- Pues mira, yo
las dejaría secar al viento y cuando la sangre esté seca, entonces la metes en
la lavadora, para que no te destiña todo lo demás.
- Sí, es buena
idea, creo que te haré caso. Siempre has sido muy mañosa para las cosas de la
casa.
De nuevo se quedan los dos en silencio.
De nuevo se quedan los dos en silencio.
- Oye – dice ella – estaba pensando que a lo mejor antes de morirme podíamos....
- ¿En serio? Es
increíble, estaba pensando proponerte exactamente lo mismo. Si ya lo sabía yo,
estábamos predestinados. ¿Quieres que te saque el puñal? Ahí en el costado nos
puede molestar un poco
Ella aparta las manos ensangrentadas de la herida y observa el arma clavada en su costado.
- Oh, no te preocupes, ya lo muevo yo un poco para un lado. Tú vete quitándote la ropa.
Ella aparta las manos ensangrentadas de la herida y observa el arma clavada en su costado.
- Oh, no te preocupes, ya lo muevo yo un poco para un lado. Tú vete quitándote la ropa.
Marco se da la vuelta y delicadamente se baja los pantalones, los dobla con cuidado y los pone sobre una silla. Luego se quita la camisa e igualmente la cuelga sobre el respaldo estirando bien las mangas. Así prenda a prenda hasta quedarse desnudo.
Vuelve hacia ella y ve que el puñal está en su mano fuera de la herida. La sangre empapa las sábanas y chorrea hasta el suelo formando un charco que le llega hasta los pies descalzos. La observa y entonces se da cuenta.
- ¿Qué? ¿Ahora te has muerto? Desde luego con las mujeres no puede ser. Si no es por una cosa es por otra, nunca estáis dispuestas. – y cogiendo el puñal lo limpia un poco con las sábanas. Después se vuelve a vestir y sale de la habitación.
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