Mi hermano se
sentó junto a mi cama y yo me preparé a escuchar uno de sus cuentos. A pesar de
tener casi veinticinco años y tener la cabeza llena de chicas, amigos y mil
cosas más, mi hermano cada noche acudía a mi habitación antes de que yo me
durmiese e inventaba una historia para mí. Yo tenía seis años y le adoraba.
“- ¿De qué
quieres que sea hoy el cuento? – me preguntaba siempre dispuesto a improvisas
fuese cual fuese el tema
- De lunas
llenas – le dije yo.”
Y es que,
aunque ellos no lo sabían, cuando todos creían que yo dormía, me escabullía de
mi cama y me asomaba a la ventana para ver a mis dos hermanos mayores sentados
en el tejado, bajo la luna, fumando y hablando quién sabe de qué. Deseaba
hacerme mayor para compartir aquel momento que yo imaginaba mágico y especial.
“- Está bien,
entonces te contaré la historia deYuma, un niño más o menos de tu edad que
vivía en una aldea muy pequeñita en medio de un bosque y al que sus amigos
llamaban el lunático porque cada luna llena se internaba en el bosque y nadie
sabía adónde iba.”
“Pues bien,
llegaba la luna llena y los chicos del colegio comenzaban con las bromas de
siempre. Yuma estaba acostumbrado y las
aceptaba con una sonrisa tranquila. Algunas veces habían intentado seguirle
perdiéndole a los pocos segundos de abandonar la aldea, sus padres le habían
castigado prohibiéndole salir de noche e incluso habían puesto algún vigilante
en la aldea esas noches para impedir su fuga. Sin embargo, a pesar de todas las
medidas, por la mañana, la cama de Yuma aparecía vacía y pocos minutos después
del amanecer le veían aparecer entre los árboles sonriente y feliz.
Era un misterio
que poco a poco habían comenzado a aceptar en la aldea. Tenía ya 16 años y las
cosas seguían igual de tal manera que la gente dejó de preguntarse adónde iba
Yuma en la luna llena y qué hacía fuera de la aldea. Sin embargo, algo había
cambiado en él. Ese algo se llamaba Eliha y tenía 15 años y unos ojos negros y
profundos que le ignoraban y le atormentaban. Un día sin embargo ella se acercó
a él y le dijo:
- ¿Me llevarás
contigo la próxima vez?
Yuma sabía a
qué se refería. El hecho de que ella le hablase y que sus ojos se dirigieran a
él le hizo sentir un escalofrío. ¿Qué podía hacer? Deseaba estar con ella más
que nada en el mundo perol… No podía, no debía hacerlo. Su alma se debatía en
una lucha en la que él perdería sucediese lo que sucediese. Su silencio pintó
de decepción los ojos que le observaban.
- Sabía que no
querrías – dijeron los rosados labios de la chica
- Está bien. A
la una y treinta y dos te espero bajo el
ciprés
Bajo la luz de
la luna Eliha era aún más hermosa y hechizante. Sin decirle una palabra la
cogió de la mano y juntos se internaron en el bosque. Al llegar a un pequeño
riachuelo Yuma se acercó a ella y le dijo:
- Hay cosas que
no hay que intentar comprender, que suceden sin más, misteriosas y hermosas.
Llegado el momento quizás podrán comprenderse o no.
Entonces se
acercó a ella y besó sus labios. Ella cerró los ojos y la luz de la luna cayó
sobre ellos. Cuando los abrió él había desaparecido. Miró a la luna y por unos
segundos el brillo la cegó y la hipnotizó. Decidió regresar a la aldea pero
antes de hacerlo vio una hermosa flor junto al riachuelo y no pudo evitar la
tentación de cogerla. Al arrancarla algo le pinchó en la mano y la arrojó al
agua.
La mañana
siguiente Yuma no estaba en su cama, ni en la aldea, ni en el bosque. Le
buscaron durante días sin éxito hasta que una tarde su cuerpo apareció flotando
en el riachuelo. Eliha nada pudo contar porque la mañana después de la luna
llena despertó con su mano hinchada y
altas fiebres y días después entró en un sueño profundo del que pasó a la
muerte. El misterio de la luna llena se fue con los dos chicos sin que nadie
pudiese hallar explicación alguna. “
Nunca más volví
a expiar a mis hermanos hasta que años después, cuando era un adolescente y
ellos estaban casados, una noche en que vinieron a cenar a casa los tres
subimos al tejado juntos.
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