Datos personales

miércoles, 2 de julio de 2014

CLUB MARGARITO

- Venga hombre, por Rober. A él le hubiera gustado. Fue el primero que nos llevó allí – me dijo Ricardo dándome un golpe en el hombro.

Sí, pero ahora Rober no estaba, acababa de morir y nosotros tres, los supervivientes, éramos hombres hechos y derechos, casados, con hijos y responsabilidades. Volver al pueblo ya había sido suficiente error como para añadirle el ir a aquel lugar. Aun así, era por Rober y no pude negarme.
Llegamos ante la puerta. Las letras rojas indicando “Club Margarito” y los litros de cerveza que ya llevábamos en el cuerpo nos hicieron reír sin razón. Entramos algo cohibidos. Ya no éramos unos chiquillos que visitaban el burdel de carretera de antaño. La bofetada de calor, olor a perfume barato, maquillaje, humo y sudor agrio de los que llevan horas bebiendo, me dio de lleno en la cara. Todos los recuerdos de la adolescencia vinieron de golpe a mi memoria y con ellos el de Rober empujándome desde detrás porque yo era el más tímido del grupo y nunca quería entrar. Aunque lo hacía, siempre lo hacía.

El sonido de las cartas al ser barajadas y las fichas repiqueteando en las mesas era tan reciente como la cucharilla removiendo el café de esa misma mañana frente a Gloria.
- Pues no vayas – me había dicho ante mi cara de disgusto
- Tengo que ir, era mi mejor amigo.

Todo había cambiado. Incluso las putas. Yo las recordaba hermosas, sugerentes, hipnotizantes. Ahora me parecían un montón de vejestorios marchitos de pechos caídos y ojeras negruzcas.
- Venga Fer, para ti la guapa – volví a sentir el empujón de Rober en mi espalda y dejé de pensar en Gloria y en que aquello era ridículo.

Y Rober como siempre me llevó hasta la más hermosa. Aquella de quien probablemente en otra vida me había enamorado como un tonto porque, ¿quién en su sano juicio se enamora de una puta?
Ahí estaba ella, tan bella y casi virginal como hacía dos mil años. Pero no era ella, sino otra, distinta pero igual.

Me sentí absurdo, horrible, al verme desnudo frente a semejante cuerpo. Su piel blanca y casi de niña me llamaba desde las sábanas y volví a creerme un adolescente entre sus brazos. Cuando poco después caí exhausto sobre ella ya no era el yo de ahora, sino el de antes.

- India ... - le susurré como tantas veces hiciera.

Ella sonrió divertida y yo me aparté a un lado.

- Mi nombre es Nelly. India era mi madre. Dicen que soy tan buena en la cama como lo era ella. Murió hace unos años, ella me lo enseñó todo.

El sudor se congeló en mi frente y mis ojos de repente fueron atraídos por el colgante de su cuello. Ella lo cogió entre sus dedos.

- Ella me lo dió. Me dijo que era lo único que tenía de mi padre.

No recuerdo vestirme, ni tirar un puñado de billetes sobre la mesilla, ni salir a tropezones del club, ni siquiera recuerdo haber conducido durante horas hasta llegar a casa. Una náusea me había comenzado en las entrañas mientras aún estaba en aquella cama y hoy, casi veinte años después aún la siento arrastrándose hasta mi garganta.

Pude volver, sacarla de aquel lugar, contarle la verdad y asumir mi responsabilidad. Pero no lo hice. Jamás regresé al pueblo, no volví a ver a mis amigos y a nadie conté lo sucedido.


- Es terrible – me dijo Gloria al verme llegar tan visiblemente afectado – morir apuñalado por mediar en una pelea. A veces el destino es un canalla.


Hicimos el amor, pero ni esa vez ni muchas otras consiguieron borrar de mi mente y de mi cuerpo el recuerdo de aquella nefasta noche.

No hay comentarios:

Publicar un comentario