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miércoles, 2 de julio de 2014

OJOS DE AGUA

¿Por qué cuando entraba en una sala, todas las miradas se volvían hacia ella? ¿Y por qué al marcharse era como si se llevase parte del oxígeno dejándonos a todos sin aliento? Jamás lo sabré. Ana no era guapa, ni tenía una gran figura. Sin embargo sus ojos… Sí, creo que era en ellos donde residía toda la magia que la envolvía. Nada turbio se reflejaba  en ellos. Mirarlos era perderse en el alma insondable y pura que era toda ella.
La mitad de los hombres de la ciudad estaban enamorados de Ana. La otra mitad, sencillamente la deseábamos como un sueño imposible. Y de entre todos ellos, y como si se tratase de una broma del destino, me escogió a mí.

Sentado en la terraza de aquel café, mi chaqueta de tweed y mi libro-escudo me aislaban de cualquier humano en varios metros a la redonda. Excepto del que dirigiéndose a mí, me atrapó. Compartimos un croissant y ya no pude escapar de sus ojos de agua.

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