Me miras desde el otro lado del pasillo del bar. Nos
separan dos metros. Yo apoyada en la barra y tú sentado sobre dos barriles en
esa postura de yoga que a ti tanto te gusta. Me dices por gestos que te acerque
tu copa y a cambio me darás un beso. Sonrío tímidamente. Me atraes demasiado
como para resistirme. Cojo tu copa y esquivo a los desconocidos que se
interponen entre nosotros. Me inclino, te doy el vaso y tus dedos se enredan
con los míos al cogerlo. Me besas y dices:
- No, espera, así no, uno de verdad
Me agarran por la espalda y me alejan de ti que te quedas riendo. Tú siempre ríes, la tristeza no existe a tu lado. Eres la alegría. Bailo sin parar, otra copa y otra, un tequila. La noche es joven y la música me encanta. Ojalá se detuviese el tiempo.
Me siento agotada y apoyo mi brazo en la barra. Tú sentado a mi derecha sigues sonriendo. Te levantas y pasas por delante de mí, tus dedos rozan esta vez mis rodillas desnudas, distraídos, conscientes del efecto que provocan. Yo consiento callada y sigo el movimiento de tu mano cuyo contacto anhelo. Te sientas al otro lado y esta vez pasas tu mano por mi espalda y guías tu dedo índice desde la cintura hasta el cuello, como si contases las vértebras, como si siguieses un camino que conoces. Apartas el pelo de mi hombro y lo acaricias con tu dedo pulgar.
Mientras mi cuerpo siente tu mano sobre mi piel, mis ojos no te ven. Observan al otro lado del pasillo otro cuerpo y otras manos que no me tocan, otros ojos que no me miran.
Tú desaparecerás, siempre lo haces, eres así. Y a mí no me importa, porque sé que tú cuerpo puedo tenerlo siempre que quiera, y no quiero nada más.
Pero él... El, que me sigue cuando salgo del bar, algo mareada, cuando camino bajo la lluvia hacia mi casa. El, que me dice que me echa de menos, que soy su única amiga, que no quiere perderme, que sólo a mi lado es él mismo y me abraza y me pide que no me aleje de él. ¿Qué puedo hacer sino ser eso, su amiga? Aunque quiero que sean sus manos las que recorran mi espalda, sus dedos los que me acaricien y sus ojos los que se pierdan en los míos.
Una vez más quedo atrapada en una espiral de sentimientos, sensaciones y deseos, incapaz de ordenarlos, negarlos o aceptarlos.
- No, espera, así no, uno de verdad
Me agarran por la espalda y me alejan de ti que te quedas riendo. Tú siempre ríes, la tristeza no existe a tu lado. Eres la alegría. Bailo sin parar, otra copa y otra, un tequila. La noche es joven y la música me encanta. Ojalá se detuviese el tiempo.
Me siento agotada y apoyo mi brazo en la barra. Tú sentado a mi derecha sigues sonriendo. Te levantas y pasas por delante de mí, tus dedos rozan esta vez mis rodillas desnudas, distraídos, conscientes del efecto que provocan. Yo consiento callada y sigo el movimiento de tu mano cuyo contacto anhelo. Te sientas al otro lado y esta vez pasas tu mano por mi espalda y guías tu dedo índice desde la cintura hasta el cuello, como si contases las vértebras, como si siguieses un camino que conoces. Apartas el pelo de mi hombro y lo acaricias con tu dedo pulgar.
Mientras mi cuerpo siente tu mano sobre mi piel, mis ojos no te ven. Observan al otro lado del pasillo otro cuerpo y otras manos que no me tocan, otros ojos que no me miran.
Tú desaparecerás, siempre lo haces, eres así. Y a mí no me importa, porque sé que tú cuerpo puedo tenerlo siempre que quiera, y no quiero nada más.
Pero él... El, que me sigue cuando salgo del bar, algo mareada, cuando camino bajo la lluvia hacia mi casa. El, que me dice que me echa de menos, que soy su única amiga, que no quiere perderme, que sólo a mi lado es él mismo y me abraza y me pide que no me aleje de él. ¿Qué puedo hacer sino ser eso, su amiga? Aunque quiero que sean sus manos las que recorran mi espalda, sus dedos los que me acaricien y sus ojos los que se pierdan en los míos.
Una vez más quedo atrapada en una espiral de sentimientos, sensaciones y deseos, incapaz de ordenarlos, negarlos o aceptarlos.
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