Yo no quería
ir. Pero la carne es débil, la noche oscura y los besos escasos. Así que dejé
que mis pasos siguiesen un rumbo que yo no marcaba, que su perfume me hechizase
y sus ojos me arrastrasen hasta su boca.
Yo no quería beber. Pero mi valor se perdió en la adolescente que fui, mis manos se aferraron a la jarra fría y mis labios se pegaron al cristal. Y bebí, y cerré los ojos y permití a la risa ocupar el lugar del llanto. Y me gustó.
Yo no quería fumar. Pero sus labios rozaron el papel y su aliento quedó pegado al tabaco. Y mis dedos rozaron los suyos cuando me lo pasó y bastó con eso, con el roce de su piel. Y mis labios tocaron los suyos, o al menos el recuerdo de ellos pegados a la última calada. Y aspiré.
Yo no quería llorar. Pero mis pasos se alejaron de su cuerpo, de sus labios, de su piel. Y tuve que llorar para no morirme por dentro. Porque murió y el fuego quedó apagado y las cenizas, se las llevó el viento.
Yo no quería beber. Pero mi valor se perdió en la adolescente que fui, mis manos se aferraron a la jarra fría y mis labios se pegaron al cristal. Y bebí, y cerré los ojos y permití a la risa ocupar el lugar del llanto. Y me gustó.
Yo no quería fumar. Pero sus labios rozaron el papel y su aliento quedó pegado al tabaco. Y mis dedos rozaron los suyos cuando me lo pasó y bastó con eso, con el roce de su piel. Y mis labios tocaron los suyos, o al menos el recuerdo de ellos pegados a la última calada. Y aspiré.
Yo no quería llorar. Pero mis pasos se alejaron de su cuerpo, de sus labios, de su piel. Y tuve que llorar para no morirme por dentro. Porque murió y el fuego quedó apagado y las cenizas, se las llevó el viento.
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